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Wednesday, November 14, 2012

9. Enseñando competencias lingüísticas

Mientras que los libros de pedagogía dicen que los niños aprenden bajo propuestas epistemológicas difíciles de comprender e inaplicables en un aula de verdad, la realidad hasta ahora me indica que solo hay que poner una gran sonrisa y motivarlos para hacer eso que deseamos que hagan y engancharlos en un proyecto donde, sin darse cuenta, aprendan algo.

El proyecto de teatro les entusiasmó más de lo que esperaba. En cuanto llegué al salón al otro día conecté mi laptop al proyector y comencé a explicarles que requeríamos de un proyecto, y les dije mis ideas.  Les fui explicando la lista de tareas y el perfil de cada uno de los participantes y no pude desear más entusiasmo. Había manos levantadas para cooperar, para hacer, para pensar.

Hubo tal cantidad de ideas que mi ayudante de director tuvo que brincar de su silla y poner orden. Creo que este niño es un líder nato. No tuve que decirle lo que se requería de su puesto. Llegó un momento en que se levantó y pegó algo en la puerta del salón ayudado por su asistente. Preferí no leer lo que decía, sabía que me llevaría una sorpresa.

Las ideas flotaban desde calabazas poseídas por fuerzas nocturnas hasta arboles disfrazados de conejo con sombreros de calabaza. Incluso por un momento pude ver corriendo por el salón un árbol desnudo en busca de sus hojas. Cada idea nos permitía ir centrando más y más nuestra obra, hasta que después de dos horas, habíamos escrito, editado, leído buscado en internet, aprendido dos palabras nuevas y aún teníamos ánimo para revisar un par de libros que encontramos.

Me detuve por un segundo mientras guardaba mi laptop al final de la clase y pensé cuanto habíamos hecho ese día en temas de lenguaje. Un solo libro no habría sido capaz de darnos tantas excusas para reír tanto y al mismo tiempo avanzar en nuestro proyecto. Antes de irse a casa una niña regreso hasta mi lugar y me dijo en secreto: “¡Gracias!”.

Cuando le pregunté por qué me agradecía, me respondió: “Odio actuar, prefiero ser la encargada de la escenografía”. Le devolví la sonrisa y le dije que no dudaba que tendríamos el mejor escenario del mundo.

Cuando salí del salón, vi el papel pegado más debajo de la mitad de la puerta, era una hoja con letras casi dibujadas que decía: “No interrumpir, estamos pensando en grandes ideas”. Trate de hacer memoria cuando en mi vida escolar había tenido una gran idea y más aún, una gran idea compartida.

Despegué con cuidado el papel y lo guardé en mi portafolio. Es cursi, lo sé pero no podía creer el impacto de nuestro pequeño proyecto escolar. Si un escritor de películas estuviera en el salón, los espectadores habrían visto toda clase de imágenes saltando por toda la pantalla y una voz diciendo, “no, pero entonces esta otra idea puede quedar mejor” y habríamos visto la primera idea desvanecerse y otra ocuparía el centro del escenario, como una obra de Bob Ross, con elementos felices fluyendo, pero lo mejor de todo, es que los creadores de todo eso eran niños interesados en el idioma inglés.

Mientras caminé a casa envié un mensaje a mi gurú para decirle como había sido la sesión creativa. Recibí su respuesta cuando estaba abriendo la puerta de mi departamento: “cuando un niño sonríe mientras aprende, es señal de que estás haciendo lo correcto”.

Friday, October 19, 2012

8. Mi encuentro con la creatividad


Cuando entré a la oficina de la directora me encontré con tantos libros que parecía una biblioteca. Algunos de los títulos los había revisado, otros sonaban ajenos. Tanta información sobre educación parecía suficiente para educar a todo un planeta,  ¿por qué entonces todos hablan sobre la crisis de la educación?.

Cuando la directora se quitó el teléfono de la oreja, estaba seguro que me lo aventaría en la cabeza, pero lo colocó con todo cuidado en su lugar y se sentó mirándome fijamente a los ojos y dijo sin pausa: “necesito que planee una actividad que su grupo pueda compartir durante el evento que se llevarán a cabo con motivo de la fiesta de Otoño. Puede ser una actividad compartida con los padres, una obra de teatro o un musical”.
Quedé mudo, solo pude preguntar para cuando quería eso.

Le pregunté si podía decorar el salón, que me parecía un ambiente estéril para el aprendizaje. Su mirada fue de desgano, y solo me respondió que podía decorarlo, siempre y cuando no hubiera discriminación cultural.

Salí corriendo como niño que ha librado un regaño, mientras camine a casa le envié un email a Gaby para pedirle consejo, tenía mucho que hacer por la tarde. 

Gaby:
¿Me puedes ayudar?, debo planear algo para los niños para el evento de otoño. También quiero decorar el salón, sabes que no puedo hacerlo sin ti.
Dos minutos después me respondió:

David:
Dime que necesitas y a partir de ello determino como ayudarte, estamos un poco ocupados con conferencias pero siempre tengo tiempo para ti. Solo que ¡por favor! no me pidas que te ayude a decorar el salón, mis tacones y vestidos de seda no van con las actividades manuales. Pero voy a enviar copia a tu gurú, seguro ella te ayuda. Solo ten un poco de paciencia, está escribiendo un artículo que la tiene hecha nudos.
Cuando llegue a casa me senté a pensar como comenzar y entonces recibí un email de mi gurú:

Querido David:
Una actividad integradora puede ser el teatro, lo importante es no forzar a los niños a que hagan algo que no les gusta, no a todos los niños les gusta disfrazarse, o cantar o hablar frente al público, pero imagina que les propones la tarea a los niños y les dices que cada quien puede elegir su papel. Necesitas actores, actrices, cantantes, músicos, bailarines, alguien que se haga cargo del vestuario, de la decoración, necesitas de alguien que esté al pendiente que todo funcione. Si alguien no quiere participar en ninguna de las actividades anteriores puede ser tu asistente.
Imagino que una de las competencias que debes desarrollar en tus niños es la lectura y la escritura, así que perfectamente puedes aprovechar y pedirles que ellos escriban la obra, solo dales el tema del otoño y todos pueden sentirse integrados, contentos con el trabajo y parte de un proyecto creativo, además de que tú desarrollas competencias. Si integras en la idea a los padres, los niños pueden sentir más apoyo.
Con respecto al tema de la decoración que Gaby comenta, pregunta a los niños que quieren ver todos los días, pero no olvides que el decorado es un arma de dos filos: Puede bloquear la atención sobre lo que tú les están diciendo. Además, si el cerebro mira algo por mucho tiempo, deja de ser novedoso. 

Mi recomendación es usar elementos que sean no solo una decoración, sino que le envíe señales a la memoria y por ende al proceso de aprendizaje. Te sugiero que el decorado tenga que ver con lo que vas a estudiar en la clase durante la semana, de modo tal que aprovechas el espacio y el salón se convierte en un foro de aprendizaje, sin que la vista se dirija a un solo punto. ¿Has entrado a una tienda de Apple? Todo el ambiente está dispuesto para aprender. Puedes aprovechar el paisaje y el entorno. 

Pide a los niños algo alusivo a cada tema. No tiene que ser algo comprado, puedes pedirle que juntes hojas secas si tu tema es de biología, o bien que cada quien recorte una letra o un número, o que compartan algo que les ha causado admiración, de modo tal que todos se sienten integrados, y que son parte de la clase. Mi sugerencia es que el decorado cambie con cada tema, y con ello ayudas a que el aprendizaje emplee más vías cerebrales, no solo la auditiva con lo que tú les dices, sino la vista, que refuerza con lo que ellos leen. Al cerebro le gusta aprender, pero a veces necesita una ayudadita.
¿Qué diablos tenía que ver el cerebro en todo esto?. Decidí que era una pregunta que haría personalmente cuando tuviera la oportunidad de conocer a mi gurú. Wow, en unas cuantas palabras me había resuelto el  dilema, y eso que estaba ocupada con un artículo. 

Le escribí que sus consejos no podían ser mejores y que deseaba que terminara pronto con su artículo. 

No podía esperar para compartir la idea con los niños!. Guardé mi laptop pues la íbamos a necesitar para escribir el guion. ¡Hey, no podía creerlo, estaba emocionado  por escribir un guion para una obra de teatro escolar!, siempre odié actuar, cantar me hacía vomitar, pero siempre me gustó escribir guiones. Tal vez solo era necesario que encontrara mi talento.


Thursday, October 11, 2012

7. Los niños son más que palabras en un libro

Hice algunas prácticas educativas que me empujaron a los salones mientras fui estudiante, pero la sensación de estar frente a un grupo es algo absolutamente diferente, es una responsabilidad indescriptible. La mirada de los niños cuando entraron al salón de clase me hicieron desear salir corriendo, pero una pregunta inocente me convenció de que valía la pena intentar: ¿tú nos vas a enseñar a leer algo más que cuentos?.

¿Algo más que cuentos?… ¿acaso no sabían que ni siquiera podía leer sus nombres?.
 
Comencé pidiéndoles que eligieran una tarjeta y que escribieran en ella sus nombres, que las pusieran en una mica y la colocaran sobre su pecho donde todos pudiéramos ver lo que habían escrito. Creo que al igual que yo se sintieron fascinados por los colores.  Parecía como si vieran por primera vez las montañas de Colorado o un Iphone. Les pedí que dijeran uno a uno su nombre y su canción favorita. Pasamos las primeras dos horas entre sonidos nuevos y risas. ¡Me sentí niño de nuevo!. 

Durante el receso a la hora del almuerzo, los niños mostraron orgullosos sus tarjetas a los otros niños, los miré con cierto orgullo hasta que fui interrumpido por la directora y la psicóloga de la escuela: ¿Qué es eso?, me preguntó la psicóloga. Me pareció tonta la pregunta, pero totalmente relajado le dije que eran tarjetas de colores en las cuales los niños habían escrito sus nombres. La directora me miró y pude claramente  sentir como sus ojos se clavaban en los míos, y dijo en voz alta, como si dictara algo a su teléfono: creí que había quedado claro que esta no es una escuela en la que se permiten las diferencias. Las tarjetas de colores están prohibidas, puede usar tarjetas del mismo color, pero no haga diferencias entre los niños.

No lo podía creer, pero guardé la calma, y respondí como si supiera de qué estaba hablando: habría discriminación si no todos tuvieran tarjetas, pero todos eligieron la tarjeta que ellos quisieron y TODOS tienen una. Si gusta le puedo obsequiar una a usted también.  Esa fue la primera vez que entendí porque a veces las cosas simples se vuelven complejas.

Ambas profesionales de la educación comenzaron a caminar, y sin mirarme la directora dijo casi en un grito: le espero esta tarde en mi oficina.

Cuando volvimos al salón, una niña me obsequió un dulce: “lo guarde para usted”, me dijo con una pacífica inocencia. Lo tomé como si fuera la llave de un Lamborghini, y solo pude decir gracias.

Durante la última hora, casi podía pronunciar todos los nombres, solo había dos niños latinos cuyos nombres estaban plagados de Rs que no lograba pronunciar claramente, mi lengua no puede hacer el movimiento, pero me propuse que para el fin de semana tendría todo bajo control. Finalmente, no hay nada más significativo que alguien lo llame a uno por su nombre.

Al final de la clase, miré las paredes desnudas del salón y pensé que sería bueno tener un poco de color, pero recordé que la directora deseaba verme. ¿Quizá debía pedir permiso para decorar el salón?. Me apenó un poco que los niños se sintieran bien conmigo y en un par de semanas la directora resolviera que ya tenía bastante conmigo.

Friday, October 5, 2012

6. Tropezando con la realidad.



La primera semana en la escuela atendí diversas reuniones con otros maestros y directivos para hacer planeación de actividades que se suponía ayudarían a los niños a aprender mejor, en realidad eran trabajos aburridos que eran buenos para los adultos, los niños no importaban Me dijeron que podría hacer preguntas sobre el programa, pero decidí ser cauteloso por que no quería ser el nuevo tonto de la escuela.

Los primeros cuatro días estuve tan ocupado llenando documentos que no tuve tiempo de mirar la lista de asistencia de mi grupo. El jueves por la noche, durante un momento de valentía, lentamente la abrí esperando que los nombres se hubieran cambiado por algo que yo pudiera leer y decir de manera fluida, pero no había cambios. Lo que mis ojos vieron fue nuevamente palabras separadas por espacios que no me decían nada y que no podría pronunciar. Solo era capaz de leer 7 nombres. 

Decidí pedir ayuda con carácter de urgente a Gaby, de ese modo probaría si era verdad esa sonrisa que me dijo que le gustaba ayudar a los maestros con problemas. Le envié un correo electrónico:

Hey, no te he olvidado!:
De hecho, planeo usarte como mi salvavidas hasta que tú te hartes de ayudarme.
Tengo un problema, espero que me puedas dar un consejo. Tengo alumnos de diversas nacionalidades, y no sé como pronunciar sus nombres y no tengo idea de cómo sea posible decir palabras que no conozco, ¿tendrás un consejo?
David

Su respuesta fue casi inmediata a pesar de que eran casi las 11 de la noche, comencé a sospechar que ser asesor educativo era un trabajo de 20 horas al día:

Hola David:
Sé que soy inolvidable, pero también comprendo que solo me buscarás cuando tengas un tropiezo, no me haré ilusiones, ja,ja,ja. (¿Es posible que Gaby pueda leer mi mente?)
No tengo mucha experiencia con idiomas, pero sé de alguien que te puede ayudar, escribe a: a-a-@...com. Ella es muy creativa y habla varios idiomas, seguro tiene una buena idea para sacarte del problema. Dile que yo te di su correo.
No esperes respuesta inmediata pero mañana a más tardar a las 10 de la mañana seguro te responde.
Gaby

No me gustó mucho la idea de tratar con alguien más, pero la situación lo ameritaba. Quería ser el mejor el primer día de clase, sabía que eventualmente iba a meter la pata, pero no quería que fuera el primer día. Así que le escribí:

Estimada …

Mi nombre es David, y Gaby me ha dado su email, espero no molestarle, tengo un problema relacionado con idiomas y Gaby ha pensado que usted me puede ayudar. Soy maestro de segundo grado y tengo alumnos extranjeros, cuyos nombres no puedo pronunciar, quisiera poder hacerlo y llamarles por su nombre. Espero que me pueda ayudar.

Su respuesta llego puntualmente a las 10 de la mañana del día siguiente:

Estimado David:

No hay razón para preocuparse, tengo dos soluciones que se complementan para resolver tu dilema cultural. El primero es Google, pues tiene una opción de traductor que le permite escuchar las palabras que escribe. Usualmente identifica automáticamente el idioma de las palabras, pero si son nombres propios, los puede confundir. Puede decirle el idioma en que está escribiendo y eso hará la tarea más fácil. Solo vaya a Google, de clic en la pestaña de Mas y luego elija traductor. Escriba la palabra y luego en el símbolo de audio de clic y podrá escuchar la palabra.

El otro consejo que complementa esta opción es que tenga a la mano tarjetas de colores, y que el primer día de clase le pida a los niños que escriban su nombre en la tarjeta que ellos hayan elegido y que se presenten, diciendo lentamente su nombre, si es necesario, pídale que lo digan más de una vez, hasta que usted y el resto del grupo lo pueda repetir. Eso ayuda a socializar al grupo y a que todos se familiaricen con los sonidos de otros idiomas. No es sencillo, pues el cerebro no los va a registrar rápidamente, así que puede pedirle que usen su tarjeta durante el tiempo que usted lo necesite. No permita que haya burlas entre los niños, explíqueles que los idiomas, no necesariamente comparten todos los sonidos, pero que eso da aún más grandeza a las distintas culturas.

Admiro a los maestros que son capaces de aprender el nombre de sus alumnos, yo nunca pude aprender más de 5 nombres.

Te deseo lo mejor en tu primer día de clases.
A

No podía creer que Google sirviera para algo más que solo buscar canciones o videos, pero cuando lo intenté, con claridad escuché los sonidos que anoté con lápiz junto a cada uno de los nombres.

Al otro día por la tarde, hice un viaje a Office Depot y compré muchas tarjetas de colores, creo que las vi tan atractivas como las fotos de  Deporte Ilustrado. Me sentí casi listo para el primer día de clase.

Esa noche le respondí agradecido a mi Gurú y a Gaby por ponerme en contacto con quien había salvado mi vida. También  escribí a mis amigos para decirles que esperaba con ansia el primer día de clase.

Con un poco de enojo sentí que lo que me habían hecho aprender en la escuela era solo una burla soez de lo que me esperaba. Por primera vez, estaba dispuesto a aprender.

Friday, September 28, 2012

5. Llegando a casa



Había vívido siempre en una casa tan grande que mis amigos necesitaban GPS para encontrar el baño. Cuando mi padre se enteró de mi decisión de dar clases en Chicago, me dijo que podía rentar un rancho cerca de  la escuela y que contrataría a un chofer para mí, pero cuando le dije que esta vez solventaría mis gastos y me haría responsable de mi mismo, se levantó molesto de su escritorio y azotó la puerta de su estudio. Mi madre lo convenció de que me diera un voto de confianza y me dejaron hacer mis propios arreglos.

Conseguí rentar un departamento que tiene suficiente espacio para mí: una salita con un gran ventanal,  una cocina, un cuarto de lavado, un baño con regadera y una recamara. Tendría un garaje por si lo necesitaba, pero había planeado no tener que conducir. El precio de la gasolina en Chicago es de los más altos del país.

Mi madre me obsequió algunos muebles, estaban dentro del departamento cuando llegué. Los había adquirido en Ikea, que vende muebles de arme usted mismo, la verdad siempre he sido inútil para esas cosas, pero había llegado tan temprano a casa gracias al aventón que Gaby me había dado que tenía todo el día para armar lo más que pudiera.

Cuando le dije a Gaby donde viviría no pidió indicaciones, de hecho cuando me subí a su auto, me dio la impresión que el GPS estaba programado para llevarme a casa, por un momento pensé que me estaban secuestrando pero el miedo se desvaneció cuando vi libros y revistas, me pareció una persona educada.

Su auto era un hibrido, cuando le dije que me parecía que era un auto muy amplio y elegante, me explicó que era lo mejor para una ciudad tan costosa como Chicago, pues el precio de la gasolina es muy alto. Los autos híbridos permiten suficiente kilometraje como para absorber su costo en pocos meses.

Lo  poco que vi del trayecto al aeropuerto me pareció interesante, una ciudad muy poblada, con buenas vías de comunicación, con clima de verano y al parecer, mucha diversión. En realidad me había mantenido atento a la charla que  Gaby me estaba ofreciendo. 

Cuando llegamos a la entrada de los departamentos, me pareció que conocía el lugar, solo me pidió la calle y sin más preguntas me dejó frente a mi palacio. Gaby me dijo que tuviera cuidado con los mapaches, pero que si tenía oportunidad que les tomara una foto. Nunca en mi vida había visto un mapache, así que me asustó un poco la petición.

Pasé toda la tarde juntando la pieza A con la pieza B y me aseguré de que el internet funcionara, lo iba a necesitar. A las 1:30 am finalmente me acosté en la cama, al otro día tendría que ir a la escuela a conocer mi asignación. Estaba exhausto, pero feliz.

Tuesday, September 25, 2012

4. Encuentro con el destino



En el bullicio del aeropuerto tuve oportunidad de comer el sándwich con doble queso, y el jugo  que mi madre me había preparado y sabía que no tendría muchos de esos en los próximos meses a si que los disfruté al máximo. 

Cuando estaba listo para abordar el avión, vi a una señora con un embarazo casi de 11 meses, la pobre mujer se movía con tanta dificultad que un elefante habría bailado ballet si ella lo pedía, le pregunté si estaría cómoda en su asiento, pero dijo que no importaba la comodidad, sino llegar a su destino. Le pregunté a la encargada en el mostrador de la aerolínea si podía cambiar mi asiento en primera clase por el de la señora para que tuviera más espacio, con una sonrisa y un guiño me dijo que no podía ser más amable. Cuando le cambié mi boleto, la mujer sonrió tanto que pensé que el niño saldría por su boca.

Miré el número de mi nuevo asiento: 17B.

Cuando me tocó abordar me encontré con un pasillo tan reducido que apenas podría respirar, en el asiento junto a la ventanilla había una mujer poco interesada con mi presencia, tenía una cámara en sus manos y cuando encontró algo que tomar, hizo su tiro y luego dejó su cámara a un lado y me prestó un poco de atención.

Movió un poco la back pack que estaba a sus pies. No pude reconocer la nacionalidad de sus rasgos. Algo más captó afuera  su atención y volvió a tomar su cámara disparando un par de veces. Cuando finalmente guardo su cámara, tomó su celular de su bolsillo y envió un mensaje de texto.

Intenté estirarme en el limitado espacio y  mi vecina, con un acento extraño me preguntó si tenía suficiente espacio: “Suficiente por el precio del boleto”, le respondí. Ella sonrió y me dijo que era tonto pagar por boletos de primera clase, pues cuando el avión se cae, no hay distinciones. Ambos reímos y ella estiró las piernas y acomodó un suéter a modo de almohada, increíblemente, parecía que el espacio era suficiente para ella.

Volvió a sacar su celular para leer el mensaje de texto que le había llegado y sonriendo dijo: “Estoy regresando a casa después de dictar una conferencia y ya tengo ofertas para otra del otro lado del país”. 

En ese momento se anunció el cierre de la puerta del avión y comenzó el avión a moverse. Extrañamente no había nadie al otro lado de mi asiento. No sería tan malo el viaje después de todo.

No pude evitar hacer plática, pensé que su acento era interesante, un tanto educado por lo que comencé a sondear: ¿vas a Chicago de visita?

“No”, respondió ella con una gran sonrisa, “ahí vivo, fui a Atlanta a dar una conferencia y no puedo esperar para volver a casa”.
Oh, ¿a qué te dedicas?.
“Soy asesor educativo”.

Sus respuestas eran cortas, bien pensadas, como no queriendo ahondar, creo que no le gustó mucho el interrogatorio, así que preguntó: ¿Y usted?

Le conté con lujo de detalles que me tenía en ese avión y no pudimos evitar entablar una charla sobre educación, retos, perspectivas, historias, ejemplos; en realidad yo hablaba y ella escuchaba, pero cuando decía algo me brindaba información profunda sobre el tema de la educación. Cuando nos dimos cuenta, estábamos aterrizando en Chicago.

Ella me permitió ver por la ventana el centro de la ciudad, disfruté una vista extraordinario de una ciudad frente a un lago tan grande que parece un mar.

Me preguntó a que parte de la ciudad iría, cuando le dije que tenía un departamento  a dos calles de la escuela, me sonrió y dijo: “Puedo llevarlo, me queda de camino, si no le importa”.

Pretendí que no era necesario pero estando en una ciudad donde no conocía a nadie la oferta no pudo ser mejor. A demás, era bueno ahorrar el dinero de la renta del auto.

Me atreví a pedirle su correo electrónico y le pregunté si la podría molestar cuando tuviera dudas, tomando un papel y una pluma pequeñita, escribió su nombre y su correo cuando Gabrielle me lo dio, y dijo: “nada me hace más feliz que poder ayudar a un maestro con problemas”.