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Thursday, October 11, 2012

7. Los niños son más que palabras en un libro

Hice algunas prácticas educativas que me empujaron a los salones mientras fui estudiante, pero la sensación de estar frente a un grupo es algo absolutamente diferente, es una responsabilidad indescriptible. La mirada de los niños cuando entraron al salón de clase me hicieron desear salir corriendo, pero una pregunta inocente me convenció de que valía la pena intentar: ¿tú nos vas a enseñar a leer algo más que cuentos?.

¿Algo más que cuentos?… ¿acaso no sabían que ni siquiera podía leer sus nombres?.
 
Comencé pidiéndoles que eligieran una tarjeta y que escribieran en ella sus nombres, que las pusieran en una mica y la colocaran sobre su pecho donde todos pudiéramos ver lo que habían escrito. Creo que al igual que yo se sintieron fascinados por los colores.  Parecía como si vieran por primera vez las montañas de Colorado o un Iphone. Les pedí que dijeran uno a uno su nombre y su canción favorita. Pasamos las primeras dos horas entre sonidos nuevos y risas. ¡Me sentí niño de nuevo!. 

Durante el receso a la hora del almuerzo, los niños mostraron orgullosos sus tarjetas a los otros niños, los miré con cierto orgullo hasta que fui interrumpido por la directora y la psicóloga de la escuela: ¿Qué es eso?, me preguntó la psicóloga. Me pareció tonta la pregunta, pero totalmente relajado le dije que eran tarjetas de colores en las cuales los niños habían escrito sus nombres. La directora me miró y pude claramente  sentir como sus ojos se clavaban en los míos, y dijo en voz alta, como si dictara algo a su teléfono: creí que había quedado claro que esta no es una escuela en la que se permiten las diferencias. Las tarjetas de colores están prohibidas, puede usar tarjetas del mismo color, pero no haga diferencias entre los niños.

No lo podía creer, pero guardé la calma, y respondí como si supiera de qué estaba hablando: habría discriminación si no todos tuvieran tarjetas, pero todos eligieron la tarjeta que ellos quisieron y TODOS tienen una. Si gusta le puedo obsequiar una a usted también.  Esa fue la primera vez que entendí porque a veces las cosas simples se vuelven complejas.

Ambas profesionales de la educación comenzaron a caminar, y sin mirarme la directora dijo casi en un grito: le espero esta tarde en mi oficina.

Cuando volvimos al salón, una niña me obsequió un dulce: “lo guarde para usted”, me dijo con una pacífica inocencia. Lo tomé como si fuera la llave de un Lamborghini, y solo pude decir gracias.

Durante la última hora, casi podía pronunciar todos los nombres, solo había dos niños latinos cuyos nombres estaban plagados de Rs que no lograba pronunciar claramente, mi lengua no puede hacer el movimiento, pero me propuse que para el fin de semana tendría todo bajo control. Finalmente, no hay nada más significativo que alguien lo llame a uno por su nombre.

Al final de la clase, miré las paredes desnudas del salón y pensé que sería bueno tener un poco de color, pero recordé que la directora deseaba verme. ¿Quizá debía pedir permiso para decorar el salón?. Me apenó un poco que los niños se sintieran bien conmigo y en un par de semanas la directora resolviera que ya tenía bastante conmigo.

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