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Monday, September 16, 2013

24. Cuando la luna cae sobre una semilla de jitomate


Regresaba de correr un sábado por la mañana, dispuesto a no hacer nada durante el fin de semana, cuando descubrí un correo electrónico cuyo título era simplemente: “concurso de escritura”.

Con temor lo abrí sabiendo que eso arruinaría mi fin de semana, me senté por un segundo para reponerme de la carrera pero luego me dije a mi mismo que no debía preocuparme, si comprendí bien el proceso de lectura, entonces la escritura debía basarse en el mismo principio, excepto que añadía un proceso extra, ya que no consiste solamente en arrojar letras sobre una hoja, hay que dar coherencia, ritmo a una idea, que de primera instancia debía existir.

El mensaje era una invitación para participar en el concurso de escritura anual de la escuela, sin mayor intención que incentivar el valor de la palabra en los alumnos.

El fin de semana pensé en diversos temas que quizá los niños podrían trabajar, al principio creo que me sentí tentado a escribir yo mismo un cuento, entrelazando párrafos míos con otros de los niños, pero eso era dudar de su capacidad creativa, así que terminé escribiendo solo palabras que les dieran un poco de inspiración al grupo.

El domingo por la noche le llamé a Gaby y después de un poco de charla concluyó diciéndome: “confía en el talento de los niños”.

El lunes presenté la tarea al grupo, les mostré mis ideas y les expliqué que el concurso requería un cuento, sobre cualquier tema con la única condición que fuera absolutamente original.

Cuando concluí las explicaciones, pude escuchar el silencio absoluto que las mentes trabajando producen, y los ojos de todos me miraban con tal concentración que imaginé luces de 23 tiradores apuntando hacia mi cabeza.

Por un momento me asustó ese silencio, pero después de un rato Mita sonrió y dijo en voz alta: “¡Hagamos un cuento sobre la luna!”, y entonces Johana brincó de su asiento y gritó con alegría: “Un cuento de la luna sentada en una semilla de jitomate”… el silencio cayó de nuevo entre nosotros, pero ahora mis ojos los miraron a todos… solo pude decirles: “bien chicos, ustedes piensan y yo escribo”… todos sonreían dispuestos a disfrutar la tarea…

Había una vez… una huerta llena de vegetales de esos que nos les gusta comer a los niños, pero esta huerta era especial, ya que un grupo de estudiantes la cuidaban y daban agua, pues aprendieron lo importante que es atender a las plantas, y el papel de las abejas en el proceso de producción de los alimentos.

Estas plantas era celosamente protegidas pues gracias a ellas, este grupo de niños había ganado un listón azul en la feria de ciencia y le habían demostrado a la directora que no eran niños tontos…

No sé si sea correcto escribir eso… tal vez podemos escribir la misma idea de otra forma…

Estas plantas era celosamente protegidas porque era una promesa de alimentación para todas las generaciones por venir, porque las plantas no solo son bonitas, nos ayuda a mantenernos vivos.

Era una huerta tan bonita, que todos la admiraban, y el sol sonreía todos los días, procurando sus mejores rayos para cada planta.

Pero había un jitomate especialmente precioso, con flores tan grandes que todos pensaban que la planta no podría sostener los frutos.

Durante la noche, la luna observaba atenta cada una de las plantas, le gustaba besar a las calabazas, e iluminar con sus rayos color de plata a las papas, pero no podía ignorar las flores del jitomate, que sonreía como cuando el maestro David mira a su amiga Gaby, con ojos de borrego a medio morir…

¡No es verdad, no la miro así!, la miro… con … ¡respeto!, ¿ustedes que saben de miradas?

No se enoje maestro, es solo para darle un poco de impacto a la historia, dijo José…

Ok, entonces dejemos eso, pero ahora necesitamos drama, solo un poco…

Una noche, en que la luna estaba durmiendo, un mapache logró romper todos los cercos de seguridad que los niños habían puesto alrededor. Con un teléfono inteligente rompió los códigos de los rayos laser y de la computadora principal que mantenían a todos los intrusos fuera. Además trepó con cuerdas por la barda de protección interna y logró entrar a la huerta…

Estaba dispuesto a comerse los frutos que con tanto cuidado habían crecido.

La destrucción era inminente, pero entonces, los perros vecinos recibieron mensajes instantáneos de la luna, todos al mismo tiempo y se reunieron fuera de la escuela y asustaron tanto al mapache, que dejo un poco de caca en su camino de escape…

Caca no es una palabra muy… correcta…
¿Prefiere usted que diga que se orinó en los pantalones? Preguntó Mita…
¡Tal vez debería decir que se cagó del susto!, gritó Salvatore
No chicos, es solo que suena un poco… violento, pero está bien, eso le da drama a la historia, dejemos esa versión.

Todos las verduras sobrevivieron y fueron tan grandes y jugosas que alimentaron a todos los niños de África, pero los cuidadores, guardaron una semilla de cada una, especialmente la del jitomate, que dejaron caer en la huerta para que la luna la cuidara, y estaba tan contenta la luna que una noche, perdió el miedo y se dejó caer, libre, hermosamente iluminada  intentando abrazar a la semilla.

Pero la luna estaba en los días en que come mucho y es muy gorda, así que rebotó como pelota, ¡poin!, y como si tuviera cuerdas que la atan al cielo, regreso después de besar a la semilla en la nariz…

¿Cómo se le llama cuando alguien observa a una persona ejecutar 20 piruetas en el aire sin parpadear y caer de pie?... así me sentí. Los niños son inmensamente creativos, si les damos la oportunidad, si son capaces de hacer que la luna bese a una semilla en la nariz…¿cuál es su límite?.