Había vívido siempre en una casa tan grande que
mis amigos necesitaban GPS para encontrar el baño. Cuando mi padre se enteró de
mi decisión de dar clases en Chicago, me dijo que podía rentar un rancho cerca
de la escuela y que contrataría a un
chofer para mí, pero cuando le dije que esta vez solventaría mis gastos y me
haría responsable de mi mismo, se levantó molesto de su escritorio y azotó la
puerta de su estudio. Mi madre lo convenció de que me diera un voto de
confianza y me dejaron hacer mis propios arreglos.
Conseguí rentar un departamento que tiene suficiente
espacio para mí: una salita con un gran ventanal, una cocina, un cuarto de lavado, un baño con
regadera y una recamara. Tendría un garaje por si lo necesitaba, pero había
planeado no tener que conducir. El precio de la gasolina en Chicago es de los más
altos del país.
Mi madre me obsequió algunos muebles, estaban
dentro del departamento cuando llegué. Los había adquirido en Ikea, que vende
muebles de arme usted mismo, la verdad
siempre he sido inútil para esas cosas, pero había llegado tan temprano a casa
gracias al aventón que Gaby me había dado que tenía todo el día para armar lo
más que pudiera.
Cuando le dije a Gaby donde viviría no pidió
indicaciones, de hecho cuando me subí a su auto, me dio la impresión que el GPS
estaba programado para llevarme a casa, por un momento pensé que me estaban
secuestrando pero el miedo se desvaneció cuando vi libros y revistas, me
pareció una persona educada.
Su auto era un hibrido, cuando le dije que me
parecía que era un auto muy amplio y elegante, me explicó que era lo mejor para
una ciudad tan costosa como Chicago, pues el precio de la gasolina es muy alto.
Los autos híbridos permiten suficiente kilometraje como para absorber su costo
en pocos meses.
Lo poco
que vi del trayecto al aeropuerto me pareció interesante, una ciudad muy
poblada, con buenas vías de comunicación, con clima de verano y al parecer,
mucha diversión. En realidad me había mantenido atento a la charla que Gaby me estaba ofreciendo.
Cuando llegamos a la entrada de los departamentos,
me pareció que conocía el lugar, solo me pidió la calle y sin más preguntas me
dejó frente a mi palacio. Gaby me dijo que tuviera cuidado con los mapaches,
pero que si tenía oportunidad que les tomara una foto. Nunca en mi vida había
visto un mapache, así que me asustó un poco la petición.
Pasé toda la tarde juntando la pieza A con la
pieza B y me aseguré de que el internet funcionara, lo iba a necesitar. A las
1:30 am finalmente me acosté en la cama, al otro día tendría que ir a la
escuela a conocer mi asignación. Estaba exhausto, pero feliz.